MANUEL RIVA - LA GACETA
Hace 80 años, Buenos Aires inauguraba una de las figuras más iconográfica de la ciudad: el Obelisco. Ese reconocido monumento ubicado en la plaza de la República es obra del arquitecto tucumano Alberto Prebisch. Para conocer detalles de la construcción, que se erige en el cruce de las avenidas 9 de Julio y Corrientes (se ensanchó en aquel entonces), LA GACETA entrevistó a Prebisch, el 26 de mayo de 1936. Él señaló: “ha sucedido que el público porteño adelantó demasiado sus juicios. Juzgó la obra cuando ésta no era más que una enorme mole de cemento. Hoy, cuando sirve para dar fin a una perspectiva y desde cuatro puntos de la ciudad se le observa en toda su grandeza, se piensa de distinta manera. Mi idea ha sido esa precisamente. Las calles de Buenos Aires traducen algo del espectáculo de la pampa. Se prolongan indefinidamente, sin que ningún detalle destacable detenga nuestra mirada. Son, en este sentido, calles sin personalidad. El obelisco da un significado cierto a las enormes obras ciudadanas que son la Diagonal y la calle Corrientes ensanchada”.
Origen egipcio
Los obeliscos son monumento típicos egipcios. En esa cultura fueron construidos e instalados a lo largo de su extenso imperio, hace más de 3.500 años. Tienen bases cuadradas y terminan en una punta piramidal, en su mayoría cubierta por láminas de oro u otras aleaciones con plata. Su significado podía ser conmemorativo o de recordación de alguna deidad.
El de Buenos Aires, particularmente, fue construido para recordar el cuarto centenario de la fundación de la ciudad, realizada por Pedro de Mendoza en 1536. Su altura llega a los 67,5 metros y en cada una de sus caras están grabados hechos importantes en la historia de la capital argentina. La obra fue realizada por la firma alemana Siemens Bauunion.
El responsable de la obra le contó a nuestro diario que “la intendencia (a cargo de Mariano de Vedia y Mitre) me propuso la idea de construirlo y yo lo he realizado de acuerdo a mis ideas. Siendo una obra de apariencia tan simple, todo ha consistido en haber guardado la proporción de las oblicuas. Creo no haber fracasado. En cuanto a sus magnitudes, no lo colocan en el primer lugar entre los que existen en el mundo, puesto que en Washington existe uno construido exclusivamente de piedra que se eleva hasta 190 metros. Pero es el mayor del mundo construido en cemento armado”.
Detalles constructivos
Los detalles aportados por Prebisch deben haber atraído la atención de los lectores ya que informaba que la base del obelisco es de siete metros por siete y su altura es de 63 metros hasta el comienzo del ápice. El ápice mide 4,50 metros, de manera que la altura total hasta el pararrayos es de 67.50 metros. También describe que en su interior existe una escalera caracol que permite llegar hasta el pararrayos. Los cimientos son claves en la construcción que descansa sobre dos zapatas de fundación de veinte metros de largo por cuatro de ancho cada una. Esta parte de la obra según el arquitecto fue un trabajo interesante ya que había que elevar el obelisco sin afectar la normal circulación de las dos líneas de subtes que pasan debajo. La obra total requirió 1.800 toneladas de cemento y tuvo un costo de 196.000 pesos. El revestimiento fue realizado en piedra blanca de Córdoba.
En cuanto a las aberturas en su cima, Prebisch las considera una parte importante para el cuidado de la obra. “Hemos sido previsores y no hemos realizado una obra para un año sino para cien. Cuando se haga necesaria una refacción en el transcurso del tiempo, no será preciso levantar un enorme andamiaje: bastará con descolgarlo desde la cúspide”.
El profesional tucumano se sentía orgulloso de su trabajo e informó que la construcción se concretó en unos dos meses. “Debo decir que me encuentro satisfecho. Los porteños que fueron sus detractores en un principio, gustan ahora de ella”. Concluyó que “ha formado un todo armónico y agradable. En fin, que se ha dado un cruce de calles de la ciudad lo que era preciso: una construcción sobria y elegante”.
ALBERTO PREBISCH